Su autopsia reveló que tenía dos costillas rotas: la palpitación de su corazón, más grande de lo normal, se hizo espacio para latir
En el 1500 en Roma no había escuelas, sino que abundaba la miseria, y bandas de niños abandonados a sí mismos, ladronzuelos y siempre hambrientos llenaban las calles intentando robar a los que pasaban o llevarse algo de comida de los puestos del mercado.
Culto, apasionado de Dios (se dice que en su primer éxtasis el corazón se le dilató en el pecho rompiéndole dos costillas) y siempre de buen humor, este joven de buena familia nació en Florencia el 21 de julio de 1515.
“Pippo buono”, le llamaban todos, dio a los niños abandonados un hogar y una familia. Y mendigó por las calles para que tuvieran qué comer, enseñándoles con el canto y la catequesis.
Sigue muy viva la risa de gran burlón que llevaba el corazón de pequeños y grandes a Dios a través de la alegría y la sencillez, como muestran estas anécdotas de su vida.
Sed buenos… ¡si podéis!
Felipe quería que sus niños crecieran en la alegría y cantando: todo lo contrario que la severidad y el uso del bastón que, en la época, se consideraban necesarios para educar a los jóvenes.
“Hijos míos –decía– sed alegres: no quiero ni escrúpulos ni melancolías, me basta con que no pequéis”.
Su frase famosa (se convirtió en el título de una película en 1983 con Johnny Dorelli) era: “Sed buenos… ¡si podéis!“.
Y en su dialecto romano, cuando sus chicos le hacían perder la paciencia, les decía la frase (dulcificada al final): “Te possi morì ammazzato… (algo así como “allá te mueras”) ppe’ la fede!” (¡por la fe!).
Mendigo por amor
Felipe intentaba proporcionar a sus chicos todo lo que necesitaban y no dudaba en llamar a las puertas de los palacios de los ricos para pedir limosna.
Se cuenta que una vez, un señor rico, molesto por sus peticiones, le dio una bofetada. El santo no se descompuso: “Esto es para mí –dijo sonriendo– os lo agradezco. Ahora dadme algo para mis chicos”.
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